Este caballete de pintor del siglo XIX llegó a mis manos en un estado terminal. La carcoma había convertido la madera en algo tan liviano como un corcho, casi inmaterial.
Después del tratamiento contra la carcoma, se le inyectó un endurecedor de madera por todos los orificios, para devolver a la madera su consistencia original.
Sólo entonces se pudo empezar con la reconstitución del caballete.
Algunas piezas debieron ser sustituídas por trozos de madera nueva, que luego se tiñó para lograr el tono de la madera antigua.
Al pegar las partes rotas, hubo sectores que debieron ser rellenados con una mezcla de serrín (de la misma madera) y cola. Así se logró la unidad entre lo antiguo y lo restaurado.
Un trabajo largo pero muy gratificante.